dimarts, 4 de març del 2008

La calidad de la democracia en las ciudades

Por ODON ELORZA Alcalde de San Sebastián. Presidente de la Comisión de Participación Ciudadana de la FEMP.

El concepto de Participación Ciudadana en la vida local, y lo que ella supone, ha ido cambiando en los últimos años. Participar ya no es solo recibir información, ni poder opinar sobre determinadas actuaciones o proyectos urbanísticos. Estamos ya en otra fase. Hay que buscar la calidad de la democracia, ensanchar los cauces de la participación para que la inmensa mayoría de la ciudadanía recupere la credibilidad en la política y se sienta involucrada en el desarrollo de la condición de ciudadanía y en la búsqueda de una mayor cohesión social.
Estas aspiraciones llevan intrínsecamente aparejado el compromiso de profundización de la democracia local como uno de los ejes estratégicos de la actuación municipal. Y se requiere un plan de acciones políticas claras y una voluntad de querer gobernar con las personas y no solo para las personas.
Trabajar a favor de la calidad de la democracia local se ha convertido en un objetivo de los Ayuntamientos, compartido por el cuerpo técnico y político. A buen seguro que conlleva cambios organizativos que afectan a la estructura municipal para la puesta en funcionamiento de nuevos procesos de participación ciudadana.
Entiendo la participación como un eje transversal que impregna y cohesiona toda la estructura administrativa. Por tanto, debe ser voluntad del Ayuntamiento construir una estrategia transversal de participación que envuelva la acción municipal y pueda plasmarse en cualquier fase de la creación de un proyecto: desde el análisis y diagnóstico de la realidad, la elaboración de propuestas o la preparación del presupuesto, hasta el seguimiento y posterior evaluación de las grandes actuaciones municipales.
Lo cierto es que las formas e instancias de participación directa, para enriquecer el funcionamiento de la democracia representativa en la búsqueda de una nueva gobernabilidad, guardan estrecha relación con la evolución de la sociedad del sigo XXI. La democracia local, como la democracia en general, no es un sistema inamovible. Las metodologías para la participación desde los Ayuntamientos se adaptan a las nuevas realidades: las soluciones y procesos considerados apropiados en un momento determinado deben ser verificados y, en su caso, adaptados a la luz de los cambios sociales en la era de la globalización y ante el papel de las nuevas tecnologías. Hoy la ciudadanía demanda más información, más participación real y mayor transparencia en la toma de decisiones políticas. Y podemos darle satisfacción reforzando el papel educador de la propia ciudad.
Lo cierto es que mejorar la calidad de la democracia local e implicar a los agentes sociales y económicos en el liderazgo y la gobernanza de la ciudad, está presente en las capitales europeas más comprometidas con el fortalecimiento de la democracia participativa, apoyándose en fórmulas innovadoras y con la utilización de las nuevas tecnologías.
Esta estrategia ha de formar parte de un plan director del municipio que se debe configurar desde las siguientes premisas: un pacto político entre los grupos municipales y un pacto cívico con las entidades y movimientos ciudadanos para garantizar el derecho de la participación.
Pero la participación no se provoca a golpe de decreto. Las normas per se no producen participación. No obstante, una buena regulación puede ayudar al desarrollo del ejercicio de este derecho. Y es aquí donde radica la importancia de tener normas de participación consensuadas con las propias entidades ciudadanas y adaptadas a las necesidades de cada ciudad.
La dinamización de los Consejos asesores sectoriales, la creación del Consejo de Ciudad, los grupos de trabajo en torno a proyectos concretos, talleres de reflexión ciudadana, núcleos de intervención participativa, planes de desarrollo comunitario en los barrios, convocatorias de consultas y debates en torno a proyectos urbanísticos, tutorías de parques, presupuestos participativos, audiencias públicas, proyectos de participación infantil, procesos participativos para la aplicación de la Agenda 21, del Plan Estratégico o del Plan General de Ordenación Urbana, planes transversales (plan joven, plan de igualdad, de drogodependencias, de inmigración, de movilidad, de accesibilidad?) son algunos de los procesos y cauces que configuran el mosaico de propuestas para revitalizar la participación.
Tras estas iniciativas hay un objetivo claro: provocar un cambio cualitativo en las formas de gobierno y en la relación Ayuntamiento-ciudadanía. Desde la izquierda política y social aspiramos a construir una nueva cultura de la participación que supere la mera actitud reivindicativa, de una parte, y la búsqueda de legitimidad, de la otra, para basar esas relaciones en la colaboración leal y constructiva entre los actores sociales e institucionales de la ciudad.